domingo, 20 de septiembre de 2015

¿Una imagen vale más que mil palabras? (Primera entrega)

Los textos que siguen formaron parte de un experimento de escritura creativa que queremos compartir con ustedes. En base a chistes gráficos de Quino, que no conocíamos previamente, elaboramos en clase estos textos breves. La impronta que cada uno le puso a su texto nos dice mucho acerca de cómo las palabras orientan distintas interpretaciones/lecturas de un mismo estímulo o fenómeno. En este caso, la imagen disparadora fue este chiste gráfico de Quino:





El violinista dio un gran concierto en el día de su debut. La audiencia, feliz y encantada, aplaudía fervorosamente. Incluso una pareja se animó y lanzó hacia el escenario un ramo de flores. Minutos después, el violinista corrió hacia su camarín y tomando su haraposo saco se lanzó hacia el público y comenzó a tocar provocando así el rechazo de los asistentes.

 Ángeles Maslein

 El valor e importancia que le damos a las cosas muchas veces pasa por la imagen de estas. Por una primera impresión. Lo que vemos, escuchamos, etc. en casos es lo mismo pero elegimos una cosa antes que la otra por u "envase". Estos prejuicios existen en la música, cuando la fama o el reconocimiento lo tienen quienes mejor vistos están a comparación de por ejemplo un artista callejero que puede tener el mismo nivel, muchos más obstáculos y aun así no llegar a ningún lado.

 Juana Casali


 Creo que este chiste demuestra que tan prejuiciosas somos las personas, ya que cuando el violinista toca vestido con traje en un lugar que podría ser un teatro la gente lo ovaciona e incluso le tira flores. En cambio cuando se va a cambiar la ropa y se viste como un "mendigo" la gente lo abuchea sin darse cuenta que es la misma persona.

 Valentina Etchegno


 el violin siempre fue mi vida, desde que tengo cinco años mis padres dedicaron su tiempo a que yo sea el mejor, y lo logré. desde los once años doy conciertos en el colon, he musicalizado películas, obras de teatro hasta me otorgaron grandes premios por ello y yo muy agradecido los recibía. pero hasta ese entonces no me sentía completo, algo adentro mío me decía que ese no era mi camino a la felicidad y necesitaba descubrirlo. pero un día me encontraba solo y aburrido con mi violín esperando un colectivo y empecé a tocar, por diversión, sin más publico que una paloma. y en ese momento mi corazón empezó a sentirse feliz y más libre que nunca. y desde ese día mi gran vocación no es el teatro si no cualquier plaza donde haya una paloma con ganas de escucharme.

 Magdalena Remundini

No hay comentarios:

Publicar un comentario