sábado, 13 de junio de 2015

Importante para muchos, especial para uno solo

Cavenaghi festeja su gol 107 perseguido por Solari, su asistente en el cuarto gol millonario de la tarde.
Domingo 19 de abril. 18:15 horas. Fecha 10. Ese domingo se vieron las caras River y Banfield en el estadio Antonio Vespucio Liberti. Un partido que no fue un partido más. Si no era un clásico y no era un partido decisivo en el campeonato… ¿por qué fue tan importante?

Ese día, muchísimos condimentos hicieron el encuentro diferente. Para empezar, la gente lo tomó como un partido “despedida” a sus gladiadores. El monumental vivió una fiesta en las tribunas, no entraba un alfiler en ninguna parte del estadio. Las tribunas Sívori, Belgrano, San Martín y Centenario explotaban de hinchas millonarios. Era el partido previo al juego en la Bombonera, frente al clásico rival, el conjunto de La Rivera.

El club del sur venía golpeado a Núñez, tras la derrota ante Lanús en condición de local (con todo lo que implica perder un clásico de local), pero con una fe intacta. La fe que caracteriza a los equipos de Matías Almeyda. Ese histórico volante central que tanto le dio a River como jugador y técnico volvía a su casa, al club que lo vio nacer, donde la gente lo hace sentir local sin importar en el banco que se siente. Volvía a la cancha que ama y volvía a encontrarse con otro ídolo del club, actual entrenador de “la banda” y ex compañero de épocas gloriosas. Marcelo Gallardo. 65.000 gargantas gritando “Pelado, Pelado” abrazaron el corazón de Almeyda, lo que agradeció con el alma entre emociones encontradas.

Inicio del partido, River con la camiseta suplente roja con una banda negra y blanca. Banfield, con su clásica indumentaria blanca atravesada por una franja verde.

El Millonario avisaba desde el arranque y la gente también. En varios tramos del partido se escucharon cantos recordando el tan esperado superclásico del país que se aproximaba. Fernando “El Torito” Cavenaghi intentaba a los 8´ con un gran auto-pase que lo dejaba en la medialuna del área visitante, pero su tiro se iba desviado al igual que los de Gonzalo Martinez y Ariel Rojas unos minutos después. A los 20´, Sebastian Driussi abría el marcador con un tiro desde la puerta del área inatajable para el arquero visitante Bologna, que en el segundo tiempo sería reemplazado por una lesión. Rápidamente se adelantaba en el resultado el local. La primera etapa no tuvo mucha acción más que unos disparos sin peligro de ambos conjuntos. River se fue al descanso con una mínima ventaja y con algo de inquietud, ya que no podía controlar el partido al 100% como le gusta a su entrenador. Hubo que esperar hasta el minuto 71 para vivir una nueva emoción. Tiro de esquina  desde el sector derecho ejecutado por el autor del primer tanto, que fue conectado por un gran cabezazo del segundo saguero central, Ramiro Funes Mori. Era el segundo para el equipo conducido por Gallardo, que empezaba a sentenciar el partido. Pero 10 minutos más tarde, el colombiano Mauricio Cuero ponía el descuento para el verdiblanco gracias a una estupenda asistencia de Juan Cazares que lo dejó mano a mano con el arquero local Marcelo Barovero, lo que generó expectativas en el plantel y cuerpo técnico del Taladro. Expectativas que dos minutos más tarde fueron sepultadas con el gol de Fernando Cavenaghi. Centro rasante de Gonzalo “pity” Martínez controlado por el Torito con su pierna derecha, que después de un amague corto, se deshizo de la marca de Sergio Vittor y remató fuerte a su palo más lejano.


El cuarto tanto también fue del 9 millonario, pero fue un gol diferente…especial. No solamente por la increíble definición de taco tras el desborde de Augusto Solari (ingresado por Matías Kranevitter a los 30´ de la segunda etapa), ni por ser el generador de la goleada que alegraba al estadio. Fue especial porque llegaba a los 107 goles en su cuenta personal en el club. Ese tanto le permitía entrar en la tan lujosa lista de los 10 máximos goleadores del club más grande del país. Desde la tribuna Belgrano alta, a más de 30 metros de él se podía observar su rostro. Ese rostro demostraba expresiones increíbles de emoción, orgullo, fanatismo y esfuerzo. Era la emoción de un hincha cumpliendo su sueño. Era el orgullo propio que sentía al ver su nombre dentro del top ten de goleadores. Era el fanatismo que ni él podía creer al verse en esa prestigiosa lista con nombres de ídolos como Ángel Labruna, Norberto Alonso, Enzo Francéscoli, Bernabé Ferreyra y otras estrellas resaltadas en la historia del club y del país. Era el esfuerzo del chico que debutó a los 18 años cuando corría el año 2001. Que fue vendido a Europa en  2004. Que decidió volver al club de sus amores en el peor momento de la historia de la institución. Que devolvió a River a la categoría de la que nunca se debió ir. Que no fue tenido en cuenta por Almeyda apenas ascendido y debió buscarse otros rumbos nuevamente en el viejo continente. Que volvió porque sabe que no puede alejarse de su pasión, de su eterno amor, de su lugar en el mundo, del Club Atlético River Plate.

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